miércoles, 19 de agosto de 2015

Ellos

Un día, hace muchos años, me encontré con una mujer. Me dio cobijo durante un tiempo. Me alimentó y se preocupó porque todo estuviera bien durante nueve meses. Sin conocerme, supo darme amor y lo mejor de ella. Pasados los nueve meses, llegó la hora de conocernos.
Pasó noches en vela a mi lado. Callando mi llanto y creando mis primeras sonrisas. Continuó a mi lado. Dandome lo mejor de ella. No soltando mi mano en ningún momento. Me enseñó todo lo que ella sabía. Aprendí mucho de ella. Incluso con el paso del tiempo, sigo aprendiendo.
Admiro a esa mujer, que siempre tiene tiempo para mí. Que a pesar de mis malas contestaciones, siempre está ahí, para sacarme miles de sonrisas, para enseñarme miles de lecciones, para secarme las lágrimas cuando no puedo más. Admiro a la mujer que mejores abrazos y consejos me da. Admiro a la mujer que nunca se ha separado de mí.
Sí, admiro a mi madre. Me siento orgullosa de ella, de todo lo que hace. Y lo más importante, la quiero, la amo.
Pero no solo estoy orgullosa de mi madre, sino que por mi padre, el hombre de la casa, también siento orgullo y devoción. Siempre está cuando le necesito, dispuesto a todo.
Los dos me han enseñado unos valores importantisimos. A no rendirme nunca, pase lo que pase. Son los mejores padres que se pueden tener. Los adoro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario